La obra de este pintor se inserta en la producción artística de la generación de los 80, heredera de una desenfadada libertad creadora y una expresiva gestualidad plástica, que se caracteriza principalmente por apelar a la excitación de los sentidos.
En este cuadro se advierte una inocente y fresca visión del paisaje y la naturaleza, presentada a modo de caricatura donde lo importante es el humor plasmado a través de una gráfica ingenua.
El aporte plástico parece estar en la expresión espontánea y original de un trazo vivaz que va cubriendo el espacio con audaces manchas de colores puros e intensos que definen las figuras, reivindicando la pintura. Por otra parte, el uso de colores complementarios -azules y amarillos- bajo la presión del negro reafirman el estilo expresionista de esta obra.
El resultado es una pintura que surge de la singular mirada de Domínguez sobre situaciones banales, que adquieren goce y fervor a través de su pincelada.
Año de publicación: 1993