En esta obra, Domínguez pone en evidencia dos filiaciones plásticas: una cercana a la estética neoexpresionista, llena de libertad creativa, energía cromática y sensualidad formal; y otra levemente cercana al arte naif o ingenuo, por su dibujo fresco y vital que renuncia a las rígidas normas académicas para explorar en una evidente veta lúdica.
En “La Urraca” apreciamos la intensa presencia de esta ave en un primer plano. Desde ahí nos observa con una irónica sonrisa y un humorístico desparpajo que nos recuerda a antiguos dibujos animados o revistas de cómic. Detrás de ella, la presencia de un paisaje poco definido, exalta aún más la importancia formal de la figura central. En términos plásticos, la intensa combinación entre el negro del cuerpo del ave y el anaranjado de su pico y patas produce un vibrante contrapunto cromático, que se complementa con las tonalidades verdes y azuladas presentes en el paisaje de fondo, y también por el uso de una dinámica pincelada que produce sensuales texturas, para conformar en su conjunto una vital obra, sin complejos y de fuerte impronta pictórica.
Año de publicación: 1994