La obra de Palolo Valdés se articula a partir de una cita al arte griego arcaico, apoderándose de la iconografía de la Grecia milenaria y rescatando su carácter ritual. Esto lo hace al presentar una especie de altar a la figura de un joven griego, que corresponde realmente a una escultura de la época preclásica conocido como Kuros y que representaba el ideal de la belleza masculina. Sin embargo la escultura de Palolo Valdés presenta la imagen de forma parcial, con las extremidades inacabadas, dando la impresión de estar frente a una escultura en ruinas. Esta confrontación entre la idea de belleza clásica y su presentación semidestruida nos podría hablar de una cierta crítica a los modelos de belleza de la Grecia arcaica, que de algún modo han persistido en el tiempo. Sin embargo, el carácter sagrado propuesto por los dos candelabros laterales, parecen indicios de una veneración al objeto presentado. Esta ambigüedad en las lecturas de la obra se hace más evidente al confrontar la función ritual del arte arcaico y la función estética del arte contemporáneo, en el cual desde hace ya casi un siglo se planteó la pérdida del aura sagrada que se le confería a las obras de arte.
Año de publicación: 1995