La forma de cualquier porción de materia, sea animada o inanimada, y los cambios de forma que son visibles en sus movimientos y en su crecimiento, pueden en todos y cada uno de los casos ser descritos como debidos a la acción de una fuerza. En pocas palabras, la forma de un objeto es un “diagrama de fuerzas”, por lo menos en el sentido de que podemos juzgar o deducir las fuerzas que están actuando o han actuado sobre él: en este sentido estricto y particular, es un diagrama –en el caso de un sólido–, de las fuerzas que han actuado sobre él cuando se produjo su conformación; en el caso de un líquido (o de un gas) de las fuerzas que están por el momento actuando sobre él para contener o equilibrar su inherente movilidad. En cualquier organismo, grande o pequeño, no es solamente la naturaleza de los movimientos de la substancia viva lo que debemos interpretar en términos de fuerza (de acuerdo a la kinética), sino también la conformación del organismo mismo, cuya permanencia o equilibrio se explican por la interacción o el equilibrio de fuerzas, como lo describe la estática. La búsqueda de diferencias o contrastes fundamentales entre los fenómenos de las cosas orgánicas e inorgánicas, animadas e inanimadas, ha ocupado la mente de muchos hombres, mientras que la búsqueda de principios comunes o de similitudes esenciales ha sido seguida por muy pocos.
Año de publicación: 2008
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