El trabajo de este pintor se encuentra ligado al llamado Neoexpresionismo de los años 80, movimiento que privilegia la pintura y sus posibilidades expresivas.
En esta obra, el artista retoma uno de los temas medulares en la historia del arte chileno: el paisaje, solucionado plásticamente a partir de una riqueza cromática, con recurrencia de rojos y azules, tensionados por las tonalidades oscuras.
La composición es simple y equilibrada, apreciándose una indudable relación gestual – sensual entre el artista y la pintura. Así, la elección del color, el trazo y la pincelada revelan el gesto físico del autor unido al azar propio de la acción de pintar.
¿El resultado? Una obra vital, con gran riqueza de texturas y colores, producto del privilegio que el pintor da a la expresión de un “yo auténtico y enérgico” en su creación.
Año de publicación: 1993