La presencia constante de la figura humana es característica en la obra de esta artista, abordada desde una perspectiva ingenua y mágica.
En este cuadro, Ruiz-Tagle presenta un personaje que encarna a la diosa mitológica de la caza, sin colocar nada en la escena que evidencie violencia o agresión, acciones propias de este oficio. Por el contrario, y paradojalmente, Artemisa ha adquirido -gracias a la propuesta de la artista- un cierto carácter etéreo y protector hacia los animales.
En tanto, un aire de ilustración infantil reflejado en los animales acentúa el carácter fantástico de la obra, junto a la deformación intencional de la perspectiva.
Finalmente, el predominio de una cromática derivada de los tonos ocres y sienas, acentúa el carácter cálido de la tela.
Año de publicación: 1995

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