VOLVER A MIRAR

Ximena García Blanco
01 JUN / 16 AGO 2021
12:00 - 00:00
Cuando nos referimos al arte de la pintura casi siempre caemos en la trampa de la representación: nos fijamos qué formas aparecen, tratamos de reconocer y entender, o argumentar su historia. Este esfuerzo ha convertido a la pintura en un ejercicio intelectual. Pablo Picasso frente a las preguntas sobre qué significa su pintura respondía molesto diciendo: ¿acaso debemos entender el canto de un pájaro? Claramente no. Nos deleitamos, los abrazamos y los percibimos desde todos los sentidos. En la pintura pasa algo parecido.
Una de las tantas técnicas y tradiciones pictóricas es la acuarela, una materialidad que exige a los sentidos recorrer sus formas, que combina el gesto del pintor sobre el agua dispuesta en un papel. La combinación entre “destreza y azar” la convierten en un arte distintivo frente a la “destreza y control” que posee el óleo.
Ximena García Blanco es una artista que se ha dedicado a la acuarela desde el año 1998. Nació en Paillaco, una ciudad ubicada en un sector rural en la región de Los Ríos. Su nombre en mapudungun se traduce como “aguas tranquilas”. Este es un dato no menor: los artistas son el resultado de su entorno y esta localidad presenta a la experiencia visual imágenes inigualables: grandes extensiones de verdes rodeadas, a pocos kilómetros, de lagos y grandes cerros teñidos de los blancos y la bruma del sur de Chile. La artista transmite en sus pinturas esa profunda conexión con la naturaleza a través de paisajes y elementos naturales, es como si hubiera nacido en una acuarela: es el agua del sur, tanto en su estado líquido como gaseoso, la que refleja y difumina todo paisaje. En sus palabras:
“Mis pinturas representan en su mayoría paisajes. Mi necesidad creativa es la búsqueda de la conexión con la naturaleza, de la emoción de paz que me genera el silencio y la soledad de ésta, de la detención consciente. (…) Trabajo la luz y la transparencia que me permite la técnica de la acuarela. También la mezcla de los pigmentos y el agua sobre el papel húmedo, de tal manera, que estos sigan un camino dirigido dejando que el azar se manifieste solo en contadas ocasiones. Finalmente que la suma de lo anterior logre la grandeza y emoción de los paisajes que habitan en mi memoria”.
La artista se refiere a la naturaleza, la luz y la transparencia como si fueran espejos de la acuarela. El papel al aplicarle agua, al humedecerlo, y alzar gestos a través de pigmentos cita el territorio, la humedad y la bruma de su primer hábitat.
Este texto me hace hablar de uno de los temas preferidos que he tenido el privilegio de conocer. Es tan largo hablar del fenómenos de la acuarelas que creo que no da para definir en un párrafo su desarrollo y arraigo en la cultura occidental. A pesar de eso, y en referencia a la obra de la artista, la acuarela es una técnica que necesita de papel y pigmentos, nunca tuvo un protagonismo clave hasta la aparición de Durero que la transformó en una tradición desde el siglo XV, formándose escuelas de acuarelistas en la posteridad. La tecnología del óleo la relega, pero aún así persiste. Uno de los pintores más influyentes de la cultura occidental –que estudió mucho las estampas japonesas– fue William Turner. Pintó de manera brillante con acuarela pinturas de la naturaleza que también proponían la combinación entre el paisaje industrializado de Londres del XIX y las formas en cómo se apropiaba de los cursos naturales del agua. El estado líquido y gaseoso fue fundamental, que hasta lo refleja en los trenes a vapor: una fascinante mezcla de velocidad, acero y agua que transforman a la pintura en una mancha difícil de identificar.
La exposición de Ximena García Blanco se titula “Volver a mirar” consiste en una selección de acuarelas que a pesar de ser figurativas (representar paisajes y árboles) se transforman en visiones y experiencias para el espectador: la técnica y la imagen se funden logrando un efecto sutil, pero a la vez avasallador. La primera imagen representa un paisaje que combina de manera equilibrada tonos cálidos como el rojo y el naranjo, y tonos fríos como el gris y el azul; aquí la artista demuestra su destreza e invita al recorrido del espectador. Una serie de árboles con fondos blancos parecen abstracciones, gestos, que recorren el pequeño caudal del agua sobre el papel, formando grafías que se remontan a los misteriosos lenguajes del oriente del siglo XIX. Un paisaje frío aparece como obra conector: al contrario a la obra del principio, acá el azul es pregnante y la composición se afirma en este color desplegando un cielo brumoso. Como final del recorrido los paisajes toman el protagonismo: nubes, hielos, monocromos, tintes de amarillos, son algunos de los elementos que reconocemos, que emocionan y sorprenden al volver a mirar la belleza y melancolía del paisaje sureño a través de la experiencia, sensibilidad y ojo de la artista.

¿QUIERES MÁS INFORMACIÓN?
Descarga Comunicado de Prensa CP-Volver-a-Mirar.docx (20 KB)
Descarga Folleto de la Exposición Cuadríptico-VOLVER-A-MIRAR.pdf (822 KB)
Compartir