Más allá de cualquier consideración, la obra de Bororo, se erige como una de las más originales y vigorosas propuestas plásticas del arte chileno contemporáneo. Ligado a la corriente plástica denominada “Neoexpresionismo”, su pintura desarrolla una muy personal visión del mundo y un manejo de la pintura rico en actitud y sensibilidad pictórica.
Aquí, el artista nos presenta un escenario básicamente común e intrascendente, más bien cotidiano pero que a través de su tratamiento pictórico, rico en pinceladas febriles y ágiles, adopta una prestancia vital. Las texturas del pigmento, su dibujo abigarrado y una composición visceral acentúan el valor profundamente expresivo de este cuadro y le dan un toque de energía y originalidad ineludible. Para este artista la creación de una obra tiene mucho que ver con el enérgico acto físico de pintar y todo lo que conlleva ese acto. Esto se complementa con la riqueza cromática de este cuadro, en donde los azules, verdes, rojos, amarillos y tonos oscuros refuerzan la plástica de esta obra y su valor esencialmente pictórico.
Año de publicación: 1993